Hará cosa de 48 años cuando conocí a un colega locutor en la ciudad de Villa Hermosa Tabasco, en charla coloquial como salen tantos temas surgió algo sobre la abundancia en unos y la escasez en otros, al hablar de una u otra cosa me refiero a bienes materiales, porque en otros terrenos quizá todos seamos iguales; mi compañero del aquel entonces discernía sobre el poder adquisitivo tan triste y disparejo explicándose de la siguiente manera: “Mira dijo muy serio estamos aquí en un restaurante comiendo estos huevos motuleños, sin ponernos a pensar que quizá mucha gente no puede acercarse ni a su olor”
Me quede a la expectativa, la idea era que me explicara su punto de vista sobre ese poder adquisitivo tan disparejo a lo que siguió diciendo que se trataba simplemente del poder psicológico de la moneda.
Mira volvió a decir: un kilo de carne le cuesta lo mismo al rico, al funcionario público, a todos y cada uno de quienes vivimos en este estado, así pues, lo que para unos resulta poca minuta hablando de empresarios o funcionarios públicos, diputados, presidentes etc. incluyendo a nosotros que tenemos un sueldo agradable mientras otras gentes ganan solo el salario mínimo
Y, así siguió desglosando un esquema que en ese entonces a mi juicio incluso aquellos que ganaban el mínimo podían vivir en la medianía, pero al fin de cuentas vivir, hoy sobreviven.
Pero bueno por que he sacado este ejemplo les comento, en aquellos años la gente no era muy afecta a salir a comer fuera, bastaba saciar esa necesidad biológica de alimentarse por lo tanto personas que no tenían familia eran los clientes de fondas, y restaurantes, los de gala para gente adinerada, esto no ha cambiado, pero sobre el tema ahora comer se ha convertido en un lujo y ante esa ya no necesidad del alimento si no necesidad del pluf social.
Ante este panorama nos han puesto en la mesa precios desorbitados para muestra un botón, alitas de pollo que solo las compraban la gente de salario mínimo por ser parte de retacería, hoy a la baribiquio se ha convertido en un platillo de lujo y cada alita con un costo que oscila ente los 12 y 25 pesos, que dicho sea de paso no le dan opción de adquirir una o dos piezas simplemente se la venden por órdenes de 8,10 o doce alitas.
Inventos en la cocina que surgen de las ideas grande de licenciados en gastronomía, así pues, ir a un restaurante par sentirse de la sociedad, aunque en un platillo se vaya el equivalente a un día de trabajo, obviamente para aquellos que cobran entre 15 y 20 mil pesos, para la gente de menor ingreso no solo es un sacrificio sino una imprudencia, pero ahí vamos a comer por el lujo más no por la necesidad.
Es una tendencia salir por lo menos los fines de semana a comer fuera, a comer por el lujo y aunque algunas personas salen para romper la rutina resulta que hasta el antojito mas sencillo y no digamos en un restaurante por “pinchurriento” que este sea, me refiero a la comida callejera, esa donde se mezcla los ,olores y sabores con polvo contaminado de tierra y heces fecales de perros callejeros, pero la gente poco le importa el chiste es salir a comer y demostrar que puede darse el pequeño lujo de salir a comer fuera de casa, para satisfacer no su necesidad de la comida sino para satisfacer su ego social….
Si bien he tocado un solo ejemplo es porque me resulta insultante mencionar que existen restaurante cuyos precios son un abuso, aquí les va un segundo ejemplo un tamal de chile relleno supuestamente cocina de autor en 480 pesos. Quizá tenía razón un director de periódico que decía “NO ESTA CARO LO QUE PASA ES QUE USTEDES GANAN POCO” ¡claro! el cobraba en el gobierno y, un buen chayote permite a algunos seguir el ritmo de quienes comen por lujo.