La educación en México enfrenta grandes retos relacionados con otros problemas estructurales de desigualdad social. La población más pobre, las comunidades rurales e indígenas y los niños en contextos hostiles son quienes se enfrentan con más barreras en el camino para ejercer efectivamente el derecho a la educación.
“Nunca había tenido un problema con no saber inglés o no tener la costumbre de leer, la verdad. Hasta las películas se pueden ver en español, siempre al esfuerzo mínimo, ¿sabes?, pero para entrar a la UNAM, ahí sí lo di todo, lo intenté tres veces antes de quedar y, por poco, deserto. Yo tenía miedo de necesitar el inglés, pero luego me di cuenta de que hasta para hacer investigaciones estaba atrasada en comparación con mis compañeros”, dice Sara Carillo a El Economista.
Sara Carillo ingresó en el 2016 a la Facultad de Derecho de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) y se mantiene en la lucha por terminar los créditos y graduarse.
Además de tener complicaciones para acreditar el segundo idioma, un requisito básico para titulación, Carrillo dice haber enfrentado obstáculos para realizar trabajos de investigación, hacer lecturas al ritmo de las clases y realizar entregas de proyectos en tiempo y forma. “Creo que son habilidades que uno desarrolla antes, en la primaria, sobre todo”, dice.
La educación básica —que integra preescolar, primaria y secundaria— atiende a casi 25 millones de niños y adolescentes en México y es uno de los rubros sociales con mayor desigualdad y estancamiento. Además, el grupo de estudiantes que cursa estos primeros años de vida escolar fue el más golpeado por los confinamientos durante la pandemia Covid-19.